Día del canillita
El duro oficio del voceo madrugador
El duro oficio del voceo madrugador
Los canillitas cordobeses volvieron a rendir homenaje a la actividad que cada día pone los diarios en manos de los lectores. En la ciudad de Córdoba y en Villa María hubo fiesta. Dos historias ilustran el noble oficio de vocear el diario bien temprano. “Llueva o caiga piedra, al reparto hay que hacerlo” En Río Tercero, María Sparacino reparte diarios en bicicleta.
Corresponsalía Río Tercero.
María Teresa Fernández de Sparacino (65) es una de las canillitas más conocidas de Río Tercero. Más popular por su apodo, “Pina”, tiene un motivo para ese reconocimiento: desde hace 42 años recorre la ciudad en bicicleta, repartiendo diarios y revistas. “No falté ningún día, nunca, te lo aseguro”, contó ayer a este diario, en el Día del Canillita.
“Vengo al quiosco a las 4.30 los sábados y los domingos, mientras que el resto de los días llego algo más tarde, a eso de las 5 de la mañana”. Así relata su ritual diario, que casi no tiene días de descanso y que desarrolla desde hace más de cuatro décadas. Para Pina es normal dormir cuatro horas por día y recorrer la ciudad de punta a punta, llueva o caiga piedra.
“Me acuerdo el día que nevó en Río Tercero; hice mi recorrido como cualquier día. ¡Pero cómo se me resbalaba la bicicleta!”, recuerda como uno de los tantos esfuerzos que dice no olvidará nunca. Pina comenta haber aprendido el oficio, por haberlo vivido de niña junto a su abuelo, Santos Fernández, quien también tenía un quiosco de diarios y revistas.
“Después, mi abuelo se lo vendió a mi suegro, Justo Sparacino; así, mi marido se convirtió en canillita desde muy joven. Y desde hace 42 años vivimos de esto”, grafica. La mujer dice que, a esta altura, ser canillita, además de su trabajo, ya representa “una pasión”.
No logra imaginar el día en que deberá retirarse porque quizá deba cuidar más su salud: “Yo tengo contacto con muchas personas; así coseché un montón de amistades en varios barrios de mi ciudad”. La caracteriza la modestia. Hace pocos días, el municipio homenajeó a varias madres de Río Tercero por la labor que desempeñan o su esforzada tarea y Pina recibió una mención especial. “A uno la reconocen por lo que hace; lo que queda es agradecer”, contesta, en un intento de esquivar que fue agasajada. Nunca calculó los kilómetros que recorre por día en su bicicleta.
Vive en un barrio alejado, desde donde se traslada al centro y desde allí, varias veces por día, a los barrios más alejados. “Lo que más me cuesta es andar en contra del viento o los días de invierno con las heladas. Por eso, prefiero el verano”, dice, con mirada tímida y rostro de piel curtida. Donde para a dejar un diario o revista, la suelen invitar con un café o un mate.
“Y yo paro, hago un descanso, me tomo el mate y después sigo bicicleteando”, concluye, tras marcar que con su trabajo puede cumplir con el sueño de hacerle regalos o atenciones a sus dos hijas, a sus seis nietos y a su única bisnieta. Para la familia, también, es su orgullo.
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